Siempre que relato alguna historia procuro ser lo más fidedigno posible, buscando la verdad en fuentes de primer orden. En este caso, por tratarse de hechos recientes y ser yo uno de los protagonistas, será más fácil, aunque vislumbro que podré incurrir en el grave error de omitir algún nombre.
En el mes de noviembre de 1998, a un grupo de amigos, entre los que puedo citar a Juan Carlos Acosta, Humberto Britos, Gerardo Almirón, Cacho Amarilla, Johnnie Edwards, Adrián Villagra, entre otros, se nos instaló la idea de establecer en Ypacaraí una radio comunitaria. Hacía tiempo que la ciudad no contaba con un medio de expresión, lo que justificaba por demás el proyecto. El principal obstáculo (y en esto no hay mucha originalidad) era el factor económico. Sólo unos cuantos trabajaban mientras el resto éramos estudiantes, sin mucho que aportar financieramente. Pero el entusiasmo hizo que rebasáramos la línea de cordura y prosiguiéramos con el plan.
Lo primero que hicimos fue constituir una asociación (para administrar la radio), que la fundamos en el anochecer del agitado sábado 14 de noviembre, en el patio de casa (Gral. Díaz 547). En días posteriores, iniciamos las averiguaciones sobre aspectos legales del funcionamiento de estas emisoras y recabamos algunos presupuestos de equipos transmisores, todos ellos muy onerosos, casi inalcanzables. Entretanto, hablé con un amigo itaugüeño, Gustavo Lara Yegros, quién tenía un pequeño transmisor, de fabricación casi artesanal. Como ya no lo utilizaba le propuse que nos lo vendiera, en cuotas y sin entrega inicial, a lo que accedió con mucha amabilidad (que poco a poco la fue perdiendo, a medida que nos demorábamos en el pago del magro precio que pidió por el equipo).
En la siesta del 20 de noviembre, fuimos con Gustavo Zimmerliz y Gerardo Almirón a retirar el transmisor de la vecina ciudad de Itauguá, que se nos entregó luego de una sumaria explicación sobre su funcionamiento y de ajustar el dial al 103.9, la primera frecuencia de nuestra radio, decidida sin más criterio que la disponibilidad.
Ya en casa, nos acomodamos en el estrecho corredor e instalamos el pequeño transmisor y un tocadiscos de vinilo (después Julio Pérez y Juan Angel Giménez, nuestros primeros operadores, nos proporcionarían lectores de CD y un casetero, que no recuerdo que lo hayamos devuelto). Ayudados por los medios que la naturaleza ponía a nuestro alcance (un largo tronco de tacuara sujetado al árbol de mango) erguimos la antena.
El precario inicio no impidió que eligiéramos con solemnidad la primera canción en pasar al aire, y fue nada menos que Penny Lane de Los Beatles, de un disco de vinilo. El entusiasmo hizo que esa tarde los vientos de Penny Lane me parecieran más extraordinarios que nunca. Las ondas de nuestra emisora ya surcaban el aire ypacaraiense.
Hicimos correr la voz del inicio de la transmisión, bien experimental; Juan Acosta lo difundió entre sus compañeros de la Cooperativa y todos nosotros llamamos a nuestros amigos, a pedirles que sintonicen la radio y que nos confirmen si la señal llegaba hasta sus hogares; entonces el alcance de la emisora no pasaba de unas pocas manzanas. Ese fin de semana debutaron varios operadores improvisados y los primeros locutores de la bisoña radio comunitaria; tuvimos que establecer algunos turnos para transmitir de manera continuada; se trataba de pasar música, disco a disco, pues, no teníamos aún un servidor donde programar las canciones a ser emitidas. Es importante recordar, que entonces no existía Facebook, ni WhatsApp y usar celulares era muy costoso, por lo que recurrimos al sistema de “boca en boca” para invitar a la gente a sintonizarnos.
Así seguimos en los días posteriores, hasta que nos arriesgamos a realizar nuestra primera cobertura: la transmisión de la Teletón Ypacaraí ’98, que se llevaría acabo en la Municipalidad, el 28 de noviembre. El éxito obtenido (en términos técnicos) y la publicidad que nos dieron los animadores del evento, nos obligaron a establecer y calendarizar los primeros programas, el plan no tenía vuelta atrás y el desafío ya lo habíamos aceptado.
De a poco la ciudadanía fue ganando un espacio de comunicación. El apoyo anónimo de centenares de personas fue imprescindible para seguir. No faltaron la incredulidad y la desconfianza, que también motivan, otros creyeron que la radio sería el pretexto y la herramienta del grupo para incursionar políticamente y nos dieron la espalda (una noble azada, con perversas intenciones es un arma letal). Vale aclarar que los que iniciamos el proyecto no lo hicimos movidos por intereses utilitarios, ni políticos ni mucho menos comerciales. Era apenas una respuesta a nuestra inquietud ciudadana y la intención de aportar algo a nuestro medio.
Pasaron quince años, y aunque la radio que todavía no tiene local propio ni mucho patrimonio, ha crecido bastante. Es una de las principales fuentes de información y expresión de los ypacaraienes. Como en ningún otro medio, en sus distintos programas se han tratado temas tan nuestros, como los problemas barriales, las discusiones políticas locales, el cada vez más empobrecido torneo de fútbol de nuestra liga, el no menos decadente festival, pequeños eventos vecinales, entre otros, que mientras a nosotros nos atrapan y entusiasma mal podría interesar a los medios masivos de comunicación.
En estos días nuestra radio comunitaria está cumpliendo veinte años y hay que celebrarlo.
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