Historias ypacaraienses
miércoles, 10 de noviembre de 2021
Humaitá, la fortaleza
“…las fortificaciones de Humaitá serán demolidas, y no será permitido erigir otras de igual naturaleza, que puedan impedir la fiel ejecución de dicho Tratado;…"”
Así se estableció en el Protocolo del Tratado Secreto de la Triple Alianza (1), registrándose una de las prioridades militares de los aliados, quienes tenían en Humaitá al principal obstáculo a sortear para llegar hasta Asunción, por la vía obligada del río Paraguay.
La construcción del sistema defensivo de Humaitá se inició en el año 1845, en tiempos de Carlos A. López, bajo el asesoramiento del ingeniero austrohúngaro Franz Wisner von Morgenstern, primero, y del inglés George Thompson, después, aprovechando una pronunciada curva del río Paraguay, en forma de herradura, ubicada en la margen izquierda, al sur de Pilar y al norte de Paso de Patria. (2)
En la concavidad de la orilla llegaron a establecerse 200 piezas de artillería, de distintos calibres, muchas de ellas organizadas en baterías a lo largo de la costa y distribuidas en un perímetro de 8 kilómetros, protegidos por 3.000 hombres. Cifra que se incrementó con el avance de la conflagración y a medida que los combates se centraron sobre Humaitá. Llegando el campamento a una población que superaba los 40.000 habitantes que, además de soldados, incluía a médicos, ingenieros, profesionales de todo tipo, seguidoras de distintas clases, observadores extranjeros y prisioneros. (3)
Estas defensas, que llegaron a adquirir en la región una fama de inexpugnables (que no se exagera al llamarlas mito), cubrían dos frentes: el fluvial y el terrestre. Las más importantes baterías estaban instaladas en el frente de las defensas, que daba al río y lo constituían: la batería “Londres” (16 piezas de artillería) y la batería “Cadena” (18 piezas). A los lados se extendían las baterías principales estaban asentadas la “Tacuarí” (6 piezas), la “Maestranza” (11 piezas), la “Octava” (11 piezas), la “Comandancia” (5 piezas), “Humaitá” (2 piezas), la “Coimbra” (3 piezas), la “Conchas” (14 piezas) y la “Carbón” (12 piezas). En el frente terrestre, dividido en cuatro sectores, funcionaban: la batería “Amboró” (10 piezas), la “División del Sud” (36 piezas), la “Del Este” (44 piezas) y la “Umbú” (11 piezas). El número de los cañones de estas baterías no siempre fue estable, pues, según las necesidades que imponía la estrategia militar, algunas piezas fueron trasladas hasta las baterías de Curupayty (bastión paraguayo de avanzada ubicado a unos kilómetros aguas abajo) y viceversa. También se sumaron a estas defensas, una vez que fueron superadas las de Curupayty, los cañones de grueso calibre fabricados en la fundición de Ybycuí: el “Aca-berá” (sic), el “General Díaz” y el “Cristiano”. (4)
Para el prusiano Max von Versen, la importancia de Humaitá no provenía de los trabajos de arte sino de la excepcional posición en la que estaba situada, donde el río Paraguay (cuyo ancho es generalmente de 1.500 a 2.000 pasos) se estrechaba hasta 400 pasos de una a otra orilla, razón por la cual las baterías allí emplazadas podían dominar completamente la navegación. (5)
Tres grandes cadenas, que atravesaban el río, obstaculizaban la navegación. Estas, además de las baterías, impedían a los buques de la escuadra brasileña atravesar Humaitá y de esa forma adueñarse del principal acceso a la capital. Estas cadenas, estaban sostenidas por pontones y canoas. Los “encorazados” tuvieron que hacer fuego durante tres meses sobre estos soportes, hasta hundirlos totalmente. Sumergidas las cadenas, se hundieron en el barro y ya no pudieron ser reestablecidas, allanándose así uno de los obstáculos para el paso de Humaitá, que detenía a los aliados desde que estos cruzaron el Paraná a principios del año ‘66. (6)
Completaban el sistema defensivo, el terraplenado construido hacia el frente sur y una serie de esteros y carrizales, que desalentaban cualquier intento de ataque por tierra; los aliados tenían bien aprendida la lección de Curupayty. Por esa razón, Caxias prefirió sitiar Humaitá y aislarlo de sus fuentes de provisionamiento. Así, su caída sería sólo cuestión de tiempo. A partir de entonces, la vida de los defensores de Humaitá, que siempre se manejaron dentro de un marco de austeridad (a diferencia de la pomposidad desplegada en los campamentos aliados), se volvió tan penosa como miserable. El soldado paraguayo, a lo largo de la contienda, ha demostrado siempre coraje, entrega y superioridad física ante el adversario, por encima de cansancio y las carencias que lo agobiaban. Estas cualidades, sin embargo, no serían suficientes para ganar la guerra.
El cerco sobre Humaitá fue completándose cuando el 29 de octubre del ’67, los aliados tomaron el estrecho paso sobre el río Paraguay denominado Tayi, ubicada al norte de la fortaleza, e instalaron en el sitio una considerable fuerza de artillería, cortando con esa acción las vías de comunicación con Pilar y Asunción. (7)
El asecho aliado incluyó, sobre todo, el intenso bombardeo a la iglesia (que era el único punto visible desde la posición de los acorazados. El templo de San Carlos de Borromeo, que fue construido en el año 1861 también bajo el gobierno de Carlos Antonio López, estaba integrado a la fortaleza. Por su ubicación y la altura de sus torres cumplía la función de observatorio, quizás fue construida ahí con ese fin, siguiendo el criterio de “guerra total”, preconizado por von Clausewitz, donde todos los fines particulares deben converger en una acción única y todos los recursos disponibles ser empleados para la obtención del objetivo común.
Los bombardeos a la iglesia y a las baterías de la fortaleza, se iniciaron el 16 de agosto del’67 (un día después del pasaje de Curupayty, forzado por 10 acorazados que sortearon el intenso fuego de la artillería paraguaya), y se extendieron hasta febrero del año siguiente, cuando se produjo también el paso de las defensas de Humaitá.
Sobre el sostenido bombardeo que la escuadra brasileña descargaba sobre la iglesia, El Semanario replicaba:
“…en vez de arrojar sus proyectiles sobre nuestras fortificaciones, dirigen sus punterías al templo de Dios… …Los aliados han estipulado la conquista del Paraguay y su exterminio…”
El paso de Humaitá, que se dio el 19 de febrero del ’68, y los ataques ordenados por Caxias para seguir sitiando a Humaitá, hicieron que López se retire del reducto, a través el Chaco (por el lugar llamado Timbo), con la mayor parte de su ejército y toda la artillería que pudo transportar. A finales de marzo, todos los reductos cercanos a Humaitá habían caído en poder de los aliados; primero fue Tayi, después, Cierva, Sauce, Espinillo, Paso Pucú y por último Curupayty, que había sido abandonado. Con estas acciones, la fortaleza quedó totalmente aislada de las demás posiciones paraguayas y su fuerza defensiva reducida a 3.000 hombres. Las provisiones empezaron a escasear sus jefes comprendieron que pronto tendría que también ser evacuada. El coronel Paulino Alen, comandante de la plaza, que acuciado por la situación intentó suicidarse sin éxito, fue reemplazado por el coronel Francisco Martínez. (8)
La agonizante ciudadela fue atacada en varias oportunidades. El 16 de julio, el general Manuel Osorio encabezó una ofensiva de 12.000 hombres que fueron repelidos, con una baja de 3.000 hombres contra apenas 47, en el lado paraguayo. Pero sin abastecimiento era ya imposible resistir por más tiempo y la noche del 23 de julio, toda la guarnición, con un sigiloso cruce del río, en precarias canoas, abandonó el reducto; esta operación no fue advertida por la escuadra. El 5 de agosto, después de nuevos ataques y reiteradas intimaciones, el coronel Martínez finalmente capituló, exhausto al igual que sus escasos hombres, que no habían probado alimento alguno en varios días. La lealtad y el patriotismo tuvieron que ceder ante la impotencia y el abatimiento, que habría acompañado al abandono y a la carencia absoluta de recursos.
La caída de Humaitá comenzó con la progresiva debilitación del ejército paraguayo, que fue perdiendo hombres en las derrotas de los años ’66 y ’67, en los que el ejército aliado a pesar de sus numerosas bajas seguía recibiendo refuerzos. Esa superioridad numérica, en cuanto a tropa y armamento, tornó irreversible la derrota paraguaya.
Humaitá cayó, no por el fuego enemigo sino por el abandono. Cuando los aliados la sitiaron totalmente, por tierra y agua, cortando así las vías de abastecimiento, los pocos custodios que aun permanecían en la ciudadela fueron derrotados por el hambre y tuvieron que rendirse.
De aquella fortaleza que constituyó el mayor orgullo militar paraguayo no quedan ya vestigios materiales. Sólo las ruinas de la iglesia testimonian esas trágicas jornadas, que sin embargo permanecen indelebles en la memoria del pueblo.
Publicado originalmente en la revista El Pregonero, en abril de 2012.
REFERENCIAS:
1) Celebrado en Buenos Aires, el 1° de mayo de 1865, por los plenipotenciarios del Imperio del Brasil, la Confederación Argentina y la República Oriental del Uruguay.
2) Mateo Nakayama y Eduardo Nakayama, Reconstrucción virtual del templo de San Carlos Borromeo de Humaitá; publicado en la Memoria del Segundo Encuentro de Historia sobre las operaciones bélicas durante la Guerra de la Triple Alianza; Editorial Tiempo de Historia; Asunción, Paraguay; año 2010; p. 224.
3) Thomas Whigham; La Guerra de la Triple Alianza, Volumen II; Editorial Santillana S.A.; Asunción, Paraguay; año 2011; p. 318.
4) Felipe Bengoechea Rolón; Humaitá “Estampas de Epopeya”, edición del autor; Asunción, Paraguay; año 2008; pp.172/173.
5) Ídem; p. 145.
6) George Thompson; La Guerra del Paraguay; Editorial Servilibro; Asunción, Paraguay; año 2010; p.208.
7) Francisco Isidoro Resquín; La Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza; Editorial El Lector, Asunción., Paraguay; año 1996; p. 69.
8) Thompson; ob. cit.; p. 233.
martes, 2 de marzo de 2021
Minero Sapukái de Teodoro Mongelós
La explotación de la yerba-mate descansa en la esclavitud, el tormento y el asesinato.
Rafael Barrett
En 1908, Rafael Barrett denunciaba con vigor y precisión, en su libelo titulado Lo que son los yerbales, la vergonzosa explotación y penurias de los mensú. Con este nombre eran conocidos los empleados de las empresas extractoras de yerba mate, entre ellas las Industrial Paraguaya y la Matte Larangeira, que los sometía a un régimen de vergonzosa servidumbre. Eran llamados mensú, como apócope de mensualeros, periodicidad de la remuneración que recibían. También se los conocía como mineros, de ahí el título del poema. Al sitio de la explotación yerbatera se lo llamaba mina y el peón minero. “La Cámara de Apelación paraguaya –dice Barrett- ha opinado que el yerbal es una mina. Esta designación terrible es más elocuente que todo. Sí: hay minas al aire y a la luz del sol. El hombre desaparece sepultado bajo la codicia del hombre.” (1)
Los mensú eran reclutados en distintos pueblos del país y regiones vecinas, se les adelantaba una suma determinada de dinero, que atizaba el interés del desgraciado, a quien hacían firmaban un contrato ante el Juez de Paz de esa comunidad, lo que constituía, sin exagerar, una verdadera condena a muerte. Entre las leoninas condiciones estaba la de no abandonar el obraje mientras existan deudas con la empresa (el adelanto devengaba intereses usuarios). Además, como tenían que proveerse de alimentos y ropas, de la misma empresa que los contrataba, a precios excesivos que no se compadecían de la pésima calidad de los productos, terminaban adeudándose cada vez más, pues el magro ingreso no alcanzaba a cubrir siquiera sus costos de subsistencia.
Como jamás terminaba de pagar sus deudas nunca podía librarse de ese yugo, de cargar fardos enormes, de hasta ochenta kilos, por la inmensidad de la selva que los devoraba, de soportar los azotes del capataz, las enfermedades, la fatiga y el mal sueño a causa de la humedad, los mosquitos y las serpientes que flagelaban el miserable campamento donde eran hacinados estos despojos humanos. Miles han muerto con padecimientos que hoy son difíciles de dimensionar. Los que escapaban eran cazados como presas y devueltos a su presidio cuando no asesinados impunemente.
Inútil era requerir auxilio de la autoridad, quien por el contrario estaba vendida a los explotadores, los jefes políticos o jueces de paz eran, en la práctica, empleados de la Industrial Paraguaya o de la Matte Larangeira, verdaderos cómplices de los capangas (llamados también habilitados) que iban tras el peón fugado procurando su captura, para someterle después a castigos peores o sencillamente, asesinarle a balazos, para que sirva de ejemplo. ¿Qué esperanza tenían de escapar unos hombres sin fuerzas, enfermos, casi sin vida? En la interminable selva nadie los ayudaría y un intento fallido de fuga era duramente expiado. Por eso la mayoría se resignaba a pasar sus dolorosos días en la mina, de dónde miles no han vuelto jamás. En la práctica la encomienda seguía vigente, pues, estas arcaicas técnicas de producción yerbatera tienen en efecto origen colonial, periodos en que los indios fueron diezmados a causa de esa labor, que constituía una de las actividades económicas principales del Paraguay, cuyos límites fueron alterados después de la Guerra contra la Triple Alianza, que dividió también los yerbales entre paraguayos, argentinos y brasileños.
Teodoro Mongelós en Minero Sapukái describe ese suplicio estoico de los mensú, quienes con gritos de aparente euforia buscan disipar las interminables horas de trabajo: Ayvu ha ãhóme anga ogueroja barbacuágui mborovire [con suspiros y ruidosamente se transportan del horno las hojas de yerba que han sido cocidas].
El barbacuá es un horno rudimentario de ladrillos y tierra roja, abundante en la zona, donde se cuecen las hojas de la yerba mate, traídas hasta ahí en pesados fardos (2) sobre las espaldas desnudas del mensú, recorriendo varios kilómetros. Estas hojas secadas y cocidas en dicho horno eran luego desmenuzadas en una especie de molino denominado cancheadora. Las hojas luego de triturarse pasaban a llamarse mboroviré, que es el producto semi-elaborado. Por último, se traslada el mboroviré al depósito para su estacionamiento.
Como los esclavos de las plantaciones de algodón, en los quebrachales, en los ingenios azucareros o en los bosques de extracción de caucho, los mineros tratan de sobrellevar ese castigo, que no saben a qué dios cruel atribuir, no con el desahogo del llanto sino a gritos, con variados y musicales gritos, canciones en guaraní o simplemente entonando sonidos sin significación alguna pero con mucha fuerza vital: sapukái ña hendu opáichagua ha purahéi ava ñe’ê [se escuchan gritos diversos y canciones en guaraní].
Todo el poema se centra en el alivio ruidoso de los mensú, cuyas exclamaciones se pierden en la selva y rompen el silencio: Kane’õ ara puku, ku ayvúpe o mbohasa [la fatiga del largo día es disipada con el bullicio]. Quizás haya sido una manera de no pensar, de evadirse de falsas ilusiones y abandonarse a los caprichos del destino.
Al final de la tercera estrofa del poema, Teodoro Mongelós desliza una ironía: Ka’atygua no momba’éi ro’y, no ñandúiri pe kane’ô [los peones de la selva no acusan el frío, ni sienten cansancio]. Y no es que estos desgraciados hayan sido inmunes a las adversidades climáticas y a la fatiga, por alguna extraña fortaleza física o espiritual. Mal vestidos como estaban, con harapos, recibían de lleno los rayos de nuestro inclemente sol subtropical tanto como el cortante viendo de las riberas del Paraná, que tajeaban la piel, y para soportar catorce o dieciséis horas de trabajo, poco ayudaba quejarse; se les hacía cuesta arriba la jornada y había que quitar fuerzas de cualquier cosa o de lo único que tenían, su aliento. El grito que compartido era una forma de solidaridad, de socorro.
La jornada en la selva es larga, y lo hacen más larga aún los padecimientos repetidos. Hi’ári kuéra opáva kuarahy, ha ayvúpe omba’apo [el sol se pone tras sus espaldas mientras ruidosamente siguen trabajando]
La musicalidad de Minero Sapukái se extiende hasta sus últimos versos que son los más sublimes: sapukáipe ñaimo’a hi’âhóva mombyry [pareciera que al gritar arrojan un suspiro a lo lejos]. El poeta aporta una metáfora preciosa donde el suspiro se transforma en grito que se arroja, que se aleja del cuerpo extenuado y del alma oprimida, como una forma de rechazar o disolver todo el dolor que les invade y exhalar así las obstinadas penas, y finalmente, para buscar también de esa manera la libertad, que saben y sienten cada vez más distante.
Texto completo del poema: (3)
Pete ĩ ko’êtimbávo
Che keguýpe ahendu
Koichaite o sapukáirõ
Ka’atýpe mboriahu.
II
Pipu... pipu... pipu... uihahahaha...!
Pipu... pipu... néike... guapo lo mitã
Pipu... pipu... néike... guapo lo mitã
Pipu.. néike.... haihahahaha...!
III
Ayvu ha ãhóme anga ogueroja
Barbacuágui mborovire
Sapukái ña hendu opáichagua
Ha purahéi ava ñe’ê.
IV
Kane’ õ ara puku
Ku ayvúpe o mbohasa.
Ka’atygua no momba’éi ro’y
No ñandúiri pe kane’ô.
V
Hi’ári kuéra opáva kuarahy
Ha ayvúpe omba’apo
Sapukáipe ñaimo’a
Hi’âhóva mombyry.
Referencias:
1) Lo que son los yerbales, publicado en Rafael Barrett - Obras Completas II, RP Ediciones, Asunción – Paraguay, Año 1988, p. 14.
2) Estos atados de hojas de yerba mate eran también conocidos con el nombre de raído.
3) Extraído del libro Teodoro S. Mongelós – La pluma nunca acallada, de Daniel Torales, editorial Servilibro, Asunción – Paraguay, Año 2009, p. 159.
martes, 23 de febrero de 2021
Una generación imprescindible
La grandeza de una ciudad (también la miseria) es obra de su gente, que aprovecha las circunstancias favorables o las genera. Por eso es necesario reconocer el esfuerzo y, esencialmente, el legado de una generación de ypacaraienses (llamémosla así aunque ella esté integrada por personas de distintas edades), que en la década de los ’70 dieron nacimiento a nuestras más importantes instituciones. Nos referimos a los fundadores de la Cooperativa Ypacaraí Ltda. (1975), quienes en gran número participaron, asimismo, de la organización del Festival del Lago Ypacaraí (1971).
Estos compueblanos, pese a las limitaciones financieras de entonces, no dudaron en encarar emprendimientos hasta utópicos como el de fundar una cooperativa de ahorro y crédito, cuando en el país apenas se empezada a transitar por esa senda y las experiencias podían contarse con los dedos. El resultado torna superfluo cualquier ahondamiento en el tema: La Cooperativa Ypacaraí Ltda. que, con sus luces y sombras, es la más importante de la región, por encima de sus similares que se han establecido en ciudades vecinas con mucho más potencial económico que nuestra ciudad.
¿Quiénes participaron de la constitución de la cooperativa? Transcribimos seguidamente la nómina de las 64 personas que participaron en la asamblea fundacional, presidida por Juan Carlos Galaverna, quien entonces ocupaba además el cargo de Intendente Municipal. El orden de enunciación, que es el consignado en el acta de la asamblea realizada en la escuela República de Honduras y corresponde al número de socio, es como sigue:
1) Enrique Battilana Sosa; 2) Juan Bautista Coghlan; 3) Víctor M. Ayala; 4) Julio Raúl Negrete; 5) Eusebio Sánchez; 6) Emigdio Agüero; 7) Teófilo Darío González; 8) Egón Luís Schwarz; 9) Juan Carlos Galaverna; 10) Osvaldo Battilana Sosa; 11) Sergio D. Báez; 12) Emelda Ramona Martínez; 13) Eladio T. Gaona; 14) Luís Antonio Becker Genes; 15) Teófilo Daniel González; 16) Anastacio González; 17) Rosa L. González; 18) Cirilo R. Soto León; 19) Aldo Moreno; 20) Alfredo Dionisio Galeano; 21) Marcial E. Parquet; 22) Elvia Becker; 23) Rafaela M. de Martínez; 24) Hernán Biscotti; 25) Plinio Duarte; 26) Atilio Simón M.; 27) Robustiano Britos Patiño; 28) Blas Marecos; 29) Justo Figueredo; 30) Armando Pérez; 31) Rogelio Sandoval; 32) Alejandrino Morel; 33) Sergio Vera Sosa; 34) Carlota D. Vda. de Montiel; 35) Gregorio E. Schwarz; 36) Zunilda M. de Schwarz; 37) Benito Mendieta; 38) Nora C. Negrete; 39) Dionisio Alonso; 40) Francisco Sarubi; 41) Carlos M. Schwarz; 42) César Grande; 43) José Aristides Báez; 44) Julio Moreno; 45) Julián Ayala; 46) Haydee Moyano; 47) José Luís Moyano; 48) Emeteria C. de Moyano; 49) Alba Yolanda Ortega; 50) Emiliano Casto Yegros; 51) Edilio Morales; 52) Julio Sergio Grippo; 53) Princesa V. de Negrete; 54) Petrona A. de Pérez; 55) Timoteo Ferreira; 56) Leonardo A. León; 57) Aurora S. de Schwarz; 58) Balbina Frutos; 59) Crescencio Espínola; 60) Rosa Coghlan C.; 61) Juan A. Zárate E. 62) Darío F. Acuña; 63) Mirna Domínguez; y 64) María Gloria Frutos.
Por su parte, nuestro tan querido Festival del Lago Ypacaraí que, aunque no esté en sus mejores días, llegó a adquirir un prestigio internacional y fue la piedra angular de todo el movimiento festivalero nacional. En su escenario, en el que se han alternado prestigiosos artistas y surgieron los principales intérpretes del folclore paraguayo. Asimismo, el festival encaró con éxito la tarea de rescatar nuestras tradiciones y difundir las más importantes manifestaciones de la cultura popular latinoamericana, y no dudó, cuando las circunstancias así lo exigieron, en convertirse en la principal tribuna del país para denunciar los atropellos del régimen imperante.
El emprendimiento, en sus inicios, fue verdaderamente comunitario. Ante la ausencia de subsidios estatales y el insuficiente presupuesto municipal, se realizó una meritoria autogestión, donde todos los ciudadanos fueron colaborando en la realización del festival. Ypacaraí no contaba con hoteles donde hospedar a las delegaciones de otros puntos del país y a las extranjeras; entonces, muchos vecinos alojaron a diversos artistas y artesanos en sus hogares, asumiendo íntegramente los costos emergentes. En septiembre la ciudad se llenaba de movimiento y color, las casas se remozaban, se pintaban los muros y paredes, se embellecían los jardines, para recibir a los visitantes y a la genuina fiesta popular: el Festival del Lago Ypacaraí.
Entre los pioneros del festival se encuentran el sacerdote Edmundo Candia, quien fue el primero en presidir la comisión, Augusto Meyer, Carlos Schwarz, Dora Rabito de Sosa, Oscar Sosa, Juan Carlos Galaverna, Luís Becker Genes, Raúl Negrete, Enrique Battilana Sosa, Manuel Galeano, Justo Figueredo, Noemí Estigarribia, Edilio Morales, Salvador Addario, Osvaldo Ferreira, Teresa Servián de Sosa, Marcial Parquet, Julián Samuel Elías, Moisés Delgado, Atilio Duarte, Pedro Arrúa, Ubaldino Escobar, y muchos otros.
Muchos nombres merecen estar incluidos en la nómina de quienes colaboraron con la grandeza del festival, y sin que implique menoscabo a tantas otras personas que de alguna u otra forma brindaron su esfuerzo desinteresado, se resalta especialmente la tarea de Manesio Fatecha, Nilda Estigarribia, Pedro Armando Pérez, Oscar Acuña Presentado, quien tuvo mucha influencia en la orientación ideológica del movimiento, Luís Egón Schwarz, Reinaldo Duarte Paredes, Humberto Rubin, Teófilo Escobar, Yamil Maluff, Patricio Escobar, Juan César Ayala y Gregorio Schwarz.
También es oportuno destacar el aporte de la Prof. Dora Rabito de Sosa en la creación, en el año 1971, de la Escuela Municipal de Danzas de Ypacaraí, que fue el paradigma de numerosas academias del país y ha transitado cuarenta años de logros y satisfacciones, luego de haber sorteado inevitables apremios.
El común denominador de estos ciudadanos fue, evidentemente, el amor a nuestra ciudad, abonado por una auténtica y desinteresada entrega por su desarrollo en todos los ámbitos y, vale resaltar, por encima de los partidos políticos y credos religiosos. Para la ciudad de Ypacaraí ésta es una generación imprescindible que merece ser honrada y, por sobre todo, imitada.
miércoles, 17 de junio de 2020
Organización del Festival del Lago Ypacaraí
La
organización del festival se encuentra a cargo de la Comisión Municipal de
Folklore y Artesanía - Festival del Lago Ypacaraí. Esta es una organización sin
fines de lucro que cumple sus funciones en el amplio espectro de las
manifestaciones culturales.
En la misma está prohibida cualquier tipo de distinción de carácter político, religioso, étnico o social. La comisión está integrada por personas de diversidad de criterios, con la vocación de preservar nuestro patrimonio cultural, a la vez promover su renovación y fortalecimiento, sin que ello implique contradicción, sino equilibrio.
La comisión fue creada en el año 1971 a instancias de la Junta Municipal de Ypacaraí, primeramente, para organizar los festejos del aniversario de la comuna. Luego y como respuesta a la evolución de sus objetivos, se le da una estructura más amplia a través de la Ordenanza Municipal 15/77, la que a su vez fue reformada por la Ordenanza Municipal 115/96, y sus modificaciones posteriores, siendo la última de ellas la Ordenanza 3/2016, que definió una particular conformación de la comisión, con acompañamiento de la Junta Municipal, con la intervención de sus miembros en carácter de veedores.
Dicha comisión, pese a tener el carácter municipal, es autárquica, pudiendo generar y administrar sus propios recursos. La compleja programación del festival impone elevados costos de financiación, que son cubiertos con la venta de entradas, cesión de derechos autorales, espacios de publicidad y el aporte de organizaciones públicas y privadas, siendo esta enumeración solamente enunciativa. La Junta Municipal ejerce la función de contralor de sus actividades financieras.
La comisión en sus primeros años gozaba de autonomía, políticamente hablando, pues los miembros de la misma eran electos en asamblea popular, con amplia participación de la ciudadanía ypacaraiense, lo que legitimaba su representatividad comunitaria. La duración del mandato de sus integrantes es de dos años, pudiendo ser reelegidos sin limitación. Así también, los miembros por el ejercicio de sus funciones no perciben remuneración alguna. Sin embargo, con la sanción de la Ordenanza 3/2016, quedó suspendida la elección popular de los integrantes de la comisión hasta el año 2018, facultad que se incorporó a las atribuciones del Intendente Municipal, así como también el ejercicio de la coordinación general de la comisión, circunstancia que, en contraposición a lo inicialmente estipulado, ha restringido notablemente la independencia del colegiado.
La Ordenanza 115/96, que cumple la función de una carta orgánica, con el transcurso de los años y como reflejo de la coyuntura política local, fue sufriendo distintas modificaciones como ya se ha dicho. La primera de ellas fue la incorporada por la Ordenanza 47/2002, que extendió el periodo de actuación del colegiado a todo el año y estableció la obligación de presentar informes detallados de todas las actuaciones contables – a la Junta Municipal- en forma cuatrimestral.
Posteriormente, la autonomía inicial de la comisión fue restringiéndose. La Ordenanza 115/2005, suspendiendo la vigencia de la citada “carta orgánica”, creó una comisión especial para organizar la Edición 33 del festival, subordinándola a la Intendente y a la presidente de la Junta Municipal. En los años siguientes, las asambleas electivas tuvieron como característica la ausencia de la ciudadanía y con ello la imposibilidad de integrar la comisión como era usual, con la participación espontánea y entusiasta de la comunidad. Se dictaron las ordenanzas 06/2008, 23/2009, 28/2013 y 53/2015 que volvieron a integrar comisiones de emergencia para organizar las ediciones de esos años, tornándose regla el incremento de la tutela de la Municipalidad con respecto a la conformación y funcionamiento de la comisión.
Finalmente, los miembros de la última comisión organizadora fueron electos en asamblea realizada el 18 de marzo de 2019, a convocatoria de la Junta Municipal de Ypacaraí (Res. N° 9, Acta N° 157).
NATURALEZA JURÍDICA DE LA COMISIÓN
La comisión en su propio nombre tiene evidenciada su naturaleza
municipal, circunstancia que no se pone en discusión, pero es importante
determinar las particularidades de su organización legal, para establecer con
la mayor claridad posible sus facultades y limitaciones.
Actualmente, tiene características semejantes a las que poseen las comisiones vecinales, regladas en el Art. 65 de la Ley 3996/2010, que se copia: “La organización, funciones y otros aspectos relativos al régimen jurídico de las Comisiones Vecinales serán determinados por Ordenanza, El reconocimiento de las Comisiones Vecinales, creadas, será efectuado por resolución de la Intendencia Municipal.
Como ya se ha dicho, la Comisión Municipal de Folklore y Artesanía está regulada por una Ordenanza Municipal, la 115/96 del 20 de febrero de 1996, que como es sabido, es una normativa jerárquicamente superior a las resoluciones del Intendente Municipal y que tienen aplicación general en toda la ciudad. Esta particularidad, le confería cierta seguridad jurídica y permitía un funcionamiento más estable. Con las sucesivas modificaciones, la Municipalidad fue imponiendo a la comisión una estructura y manejo centralizado que la ha relegado al nivel de una dependencia más de la administración comunal.
La comisión, al igual que los demás organismos comunales de su naturaleza, no tiene el estatus de persona jurídica. Las comisiones municipales carecen de la capacidad para adquirir bienes o contraer obligaciones. Según el Art. 94 del Código Civil “Las personas jurídicas son sujetos de derecho distintos de sus miembros y sus patrimonios son independientes.” En su caso, no se da esa ficción del derecho, pues no opera la representación característica de las sociedades, asociaciones y demás entidades descritas en el Art. 91 del mismo cuerpo legal, que tienen una existencia distinta a la de sus miembros. Esta limitación es extensiva igualmente a lo que atañe a la responsabilidad civil. Celebrar contratos o convenios con estas comisiones, equivaldría a hacerlo directamente con los firmantes a título personal.
La falta de personería jurídica significa para la comisión un insalvable obstáculo para celebrar convenios de cooperación y contratos de contenido económico con muchas instituciones públicas y organizaciones privadas, fuera de las que sean meramente declarativas, pues la falta de capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones, antes apuntada, le resta independencia y amplitud como organización.
PATRIMONIO
CULTURAL DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY
Un salto cualitativo en la organización del Festival del
Lago Ypacaraí se dio al promulgarse la Ley 6282 del 9 de octubre de 2019, que
declaró al festival “Patrimonio Cultural de la República” y con ello,
estableció la obligación estatal de asignar recursos para su realización, a
la vez de promover su difusión.
No obstante, la promulgación de dicha ley que fue iniciativa
del diputado Juan Carlos Galaverna (h), no ha modificado la naturaleza jurídica
de la comisión organizadora ni su carácter municipal, ni ha creado una persona
jurídica nueva.
Una declaración de esta jerarquía, además de constituir
una distinción por demás merecida, tiene incidencias principalmente financieras
porque conlleva la obligación del Estado de sostener la realización anual del
Festival, con todas sus manifestaciones, incluyéndolo en el Presupuesto General
de la Nación.
lunes, 26 de noviembre de 2018
Los inicios de Radio Ypacaraí FM
Siempre que relato alguna historia procuro ser lo más fidedigno posible, buscando la verdad en fuentes de primer orden. En este caso, por tratarse de hechos recientes y ser yo uno de los protagonistas, será más fácil, aunque vislumbro que podré incurrir en el grave error de omitir algún nombre.
En el mes de noviembre de 1998, a un grupo de amigos, entre los que puedo citar a Juan Carlos Acosta, Humberto Britos, Gerardo Almirón, Cacho Amarilla, Johnnie Edwards, Adrián Villagra, entre otros, se nos instaló la idea de establecer en Ypacaraí una radio comunitaria. Hacía tiempo que la ciudad no contaba con un medio de expresión, lo que justificaba por demás el proyecto. El principal obstáculo (y en esto no hay mucha originalidad) era el factor económico. Sólo unos cuantos trabajaban mientras el resto éramos estudiantes, sin mucho que aportar financieramente. Pero el entusiasmo hizo que rebasáramos la línea de cordura y prosiguiéramos con el plan.
Lo primero que hicimos fue constituir una asociación (para administrar la radio), que la fundamos en el anochecer del agitado sábado 14 de noviembre, en el patio de casa (Gral. Díaz 547). En días posteriores, iniciamos las averiguaciones sobre aspectos legales del funcionamiento de estas emisoras y recabamos algunos presupuestos de equipos transmisores, todos ellos muy onerosos, casi inalcanzables. Entretanto, hablé con un amigo itaugüeño, Gustavo Lara Yegros, quién tenía un pequeño transmisor, de fabricación casi artesanal. Como ya no lo utilizaba le propuse que nos lo vendiera, en cuotas y sin entrega inicial, a lo que accedió con mucha amabilidad (que poco a poco la fue perdiendo, a medida que nos demorábamos en el pago del magro precio que pidió por el equipo).
En la siesta del 20 de noviembre, fuimos con Gustavo Zimmerliz y Gerardo Almirón a retirar el transmisor de la vecina ciudad de Itauguá, que se nos entregó luego de una sumaria explicación sobre su funcionamiento y de ajustar el dial al 103.9, la primera frecuencia de nuestra radio, decidida sin más criterio que la disponibilidad.
Ya en casa, nos acomodamos en el estrecho corredor e instalamos el pequeño transmisor y un tocadiscos de vinilo (después Julio Pérez y Juan Angel Giménez, nuestros primeros operadores, nos proporcionarían lectores de CD y un casetero, que no recuerdo que lo hayamos devuelto). Ayudados por los medios que la naturaleza ponía a nuestro alcance (un largo tronco de tacuara sujetado al árbol de mango) erguimos la antena.
El precario inicio no impidió que eligiéramos con solemnidad la primera canción en pasar al aire, y fue nada menos que Penny Lane de Los Beatles, de un disco de vinilo. El entusiasmo hizo que esa tarde los vientos de Penny Lane me parecieran más extraordinarios que nunca. Las ondas de nuestra emisora ya surcaban el aire ypacaraiense.
Hicimos correr la voz del inicio de la transmisión, bien experimental; Juan Acosta lo difundió entre sus compañeros de la Cooperativa y todos nosotros llamamos a nuestros amigos, a pedirles que sintonicen la radio y que nos confirmen si la señal llegaba hasta sus hogares; entonces el alcance de la emisora no pasaba de unas pocas manzanas. Ese fin de semana debutaron varios operadores improvisados y los primeros locutores de la bisoña radio comunitaria; tuvimos que establecer algunos turnos para transmitir de manera continuada; se trataba de pasar música, disco a disco, pues, no teníamos aún un servidor donde programar las canciones a ser emitidas. Es importante recordar, que entonces no existía Facebook, ni WhatsApp y usar celulares era muy costoso, por lo que recurrimos al sistema de “boca en boca” para invitar a la gente a sintonizarnos.
Así seguimos en los días posteriores, hasta que nos arriesgamos a realizar nuestra primera cobertura: la transmisión de la Teletón Ypacaraí ’98, que se llevaría acabo en la Municipalidad, el 28 de noviembre. El éxito obtenido (en términos técnicos) y la publicidad que nos dieron los animadores del evento, nos obligaron a establecer y calendarizar los primeros programas, el plan no tenía vuelta atrás y el desafío ya lo habíamos aceptado.
De a poco la ciudadanía fue ganando un espacio de comunicación. El apoyo anónimo de centenares de personas fue imprescindible para seguir. No faltaron la incredulidad y la desconfianza, que también motivan, otros creyeron que la radio sería el pretexto y la herramienta del grupo para incursionar políticamente y nos dieron la espalda (una noble azada, con perversas intenciones es un arma letal). Vale aclarar que los que iniciamos el proyecto no lo hicimos movidos por intereses utilitarios, ni políticos ni mucho menos comerciales. Era apenas una respuesta a nuestra inquietud ciudadana y la intención de aportar algo a nuestro medio.
Pasaron quince años, y aunque la radio que todavía no tiene local propio ni mucho patrimonio, ha crecido bastante. Es una de las principales fuentes de información y expresión de los ypacaraienes. Como en ningún otro medio, en sus distintos programas se han tratado temas tan nuestros, como los problemas barriales, las discusiones políticas locales, el cada vez más empobrecido torneo de fútbol de nuestra liga, el no menos decadente festival, pequeños eventos vecinales, entre otros, que mientras a nosotros nos atrapan y entusiasma mal podría interesar a los medios masivos de comunicación.
En estos días nuestra radio comunitaria está cumpliendo veinte años y hay que celebrarlo.
En el mes de noviembre de 1998, a un grupo de amigos, entre los que puedo citar a Juan Carlos Acosta, Humberto Britos, Gerardo Almirón, Cacho Amarilla, Johnnie Edwards, Adrián Villagra, entre otros, se nos instaló la idea de establecer en Ypacaraí una radio comunitaria. Hacía tiempo que la ciudad no contaba con un medio de expresión, lo que justificaba por demás el proyecto. El principal obstáculo (y en esto no hay mucha originalidad) era el factor económico. Sólo unos cuantos trabajaban mientras el resto éramos estudiantes, sin mucho que aportar financieramente. Pero el entusiasmo hizo que rebasáramos la línea de cordura y prosiguiéramos con el plan.
Lo primero que hicimos fue constituir una asociación (para administrar la radio), que la fundamos en el anochecer del agitado sábado 14 de noviembre, en el patio de casa (Gral. Díaz 547). En días posteriores, iniciamos las averiguaciones sobre aspectos legales del funcionamiento de estas emisoras y recabamos algunos presupuestos de equipos transmisores, todos ellos muy onerosos, casi inalcanzables. Entretanto, hablé con un amigo itaugüeño, Gustavo Lara Yegros, quién tenía un pequeño transmisor, de fabricación casi artesanal. Como ya no lo utilizaba le propuse que nos lo vendiera, en cuotas y sin entrega inicial, a lo que accedió con mucha amabilidad (que poco a poco la fue perdiendo, a medida que nos demorábamos en el pago del magro precio que pidió por el equipo).
En la siesta del 20 de noviembre, fuimos con Gustavo Zimmerliz y Gerardo Almirón a retirar el transmisor de la vecina ciudad de Itauguá, que se nos entregó luego de una sumaria explicación sobre su funcionamiento y de ajustar el dial al 103.9, la primera frecuencia de nuestra radio, decidida sin más criterio que la disponibilidad.
Ya en casa, nos acomodamos en el estrecho corredor e instalamos el pequeño transmisor y un tocadiscos de vinilo (después Julio Pérez y Juan Angel Giménez, nuestros primeros operadores, nos proporcionarían lectores de CD y un casetero, que no recuerdo que lo hayamos devuelto). Ayudados por los medios que la naturaleza ponía a nuestro alcance (un largo tronco de tacuara sujetado al árbol de mango) erguimos la antena.
El precario inicio no impidió que eligiéramos con solemnidad la primera canción en pasar al aire, y fue nada menos que Penny Lane de Los Beatles, de un disco de vinilo. El entusiasmo hizo que esa tarde los vientos de Penny Lane me parecieran más extraordinarios que nunca. Las ondas de nuestra emisora ya surcaban el aire ypacaraiense.
Hicimos correr la voz del inicio de la transmisión, bien experimental; Juan Acosta lo difundió entre sus compañeros de la Cooperativa y todos nosotros llamamos a nuestros amigos, a pedirles que sintonicen la radio y que nos confirmen si la señal llegaba hasta sus hogares; entonces el alcance de la emisora no pasaba de unas pocas manzanas. Ese fin de semana debutaron varios operadores improvisados y los primeros locutores de la bisoña radio comunitaria; tuvimos que establecer algunos turnos para transmitir de manera continuada; se trataba de pasar música, disco a disco, pues, no teníamos aún un servidor donde programar las canciones a ser emitidas. Es importante recordar, que entonces no existía Facebook, ni WhatsApp y usar celulares era muy costoso, por lo que recurrimos al sistema de “boca en boca” para invitar a la gente a sintonizarnos.
Así seguimos en los días posteriores, hasta que nos arriesgamos a realizar nuestra primera cobertura: la transmisión de la Teletón Ypacaraí ’98, que se llevaría acabo en la Municipalidad, el 28 de noviembre. El éxito obtenido (en términos técnicos) y la publicidad que nos dieron los animadores del evento, nos obligaron a establecer y calendarizar los primeros programas, el plan no tenía vuelta atrás y el desafío ya lo habíamos aceptado.
De a poco la ciudadanía fue ganando un espacio de comunicación. El apoyo anónimo de centenares de personas fue imprescindible para seguir. No faltaron la incredulidad y la desconfianza, que también motivan, otros creyeron que la radio sería el pretexto y la herramienta del grupo para incursionar políticamente y nos dieron la espalda (una noble azada, con perversas intenciones es un arma letal). Vale aclarar que los que iniciamos el proyecto no lo hicimos movidos por intereses utilitarios, ni políticos ni mucho menos comerciales. Era apenas una respuesta a nuestra inquietud ciudadana y la intención de aportar algo a nuestro medio.
Pasaron quince años, y aunque la radio que todavía no tiene local propio ni mucho patrimonio, ha crecido bastante. Es una de las principales fuentes de información y expresión de los ypacaraienes. Como en ningún otro medio, en sus distintos programas se han tratado temas tan nuestros, como los problemas barriales, las discusiones políticas locales, el cada vez más empobrecido torneo de fútbol de nuestra liga, el no menos decadente festival, pequeños eventos vecinales, entre otros, que mientras a nosotros nos atrapan y entusiasma mal podría interesar a los medios masivos de comunicación.
En estos días nuestra radio comunitaria está cumpliendo veinte años y hay que celebrarlo.
domingo, 18 de enero de 2015
Ña Adesia
Guardo muchos recuerdos de mi infancia, de todo tipo, por suerte todos ellos felices, hoy me viene a la
memoria la estampa de una señora que tenía una despensa en el antiguo mercado de
Ypacaraí, que funcionaba en lo que hoy es la Casa de la Cultura. Hablo de Ña
Adesia, la conocía solo de nombre, pues, entonces para mí los apellidos no
tenían importancia.
No haré una semblanza biográfica, solo el esbozo de algunos recuerdos que todavía conservo y que
quizás sean insuficientes para construir o transmitir su personalidad.
Su despensa no era muy surtida que digamos, pero seguía el estándar del Ypacaraí de principio de los
ochenta, que ofrecía apenas un poco más de lo básico. Para muchos de los
vecinos del barrio que nos abastecíamos de ella, constituía el eje fundamentan de nuestras
economías y de nuestro mínimo confort. Ña Adesia financiaba las compras,
habilitando unas libretas, donde se consignaban los productos adquiridos y
pagados a fin de mes (Visa y MasterCard eran materia de ciencia ficción). Estas
libretas eran verdaderas tablas de salvación para las familias de magros
ingresos. Para el cotidiano registro de las mercaderías fiadas, desarrollo una
suerte de taquigrafía, abreviando las palabras que escribía solo hasta la
mitad, con su letra cuya fealdad empeoraba con la escritura a prisa. Pero eso sí,
con las matemáticas era muy hábil, en segundos sumaba las cifras de las
desordenadas columnas de cada hoja de las libretas, con mucha precisión.
Tenía extraños escrúpulos y métodos de protección al cliente, en los últimos días de cada mes,
donde del sueldo quedaba un remoto recuerdo, escondía tras su enorme mostrador
todos los productos que consideraba superfluos (creo que por entonces la
palabra suntuosa todavía no había sido inventada; por los menos en nuestra ciudad era ignorada),
es decir, dulces de batata y leche, duraznos en almíbar, champús, algunas
bebidas y otras pequeñeces sin las que uno podía vivir una semana. Solo vendía
lo esencial, tal vez para que la deuda del mes no se incremente a niveles de
default. Claro que esta veda no regía para sus amigos, como mi abuela, a la que
siempre acompañaba a hacer las compras, operación en la que demoraba casi un
par de horas, no por el volumen de sus adquisiciones sino porque, entre cliente
y cliente, ellas compartían las frescas noticias de la ciudad entre las que no
faltaban detalles de la vida personal de algún vecino. A mí eso poco me
importaba, entre tanto nos entreteníamos en interminables partidos de fútbol en
la canchita aledaña.
Los niños no eran muy de su agrado o por lo menos no les tenía mucha paciencia, inclusive llegaba a
negarles la venta de chicles y otras golosinas (a quien más podría vender estas
cosas), sobre todo si se trataba de criaturas pálidas o cuando su aspecto
delataba algún cuadro de parasitosis.
Tenía también el aspecto de ser algo huraña y aunque sus ingresos no eran malos, llevaba una vida muy austera.
Cocinaba los guisos de los que se alimentada, sobre un calentador a alcohol,
utilizando como ingredientes pedazos de fideos y verduras un poco picadas o dañadas, que
ya no serían atractivas a los clientes, de esa manera el desperdicio era
mínimo.
Nunca hablaba de política, aunque se declaraba liberal, pero su fanatismo partidario no
trascendía las fronteras del azar: diariamente apostaba al 018 en la quiniela.
Creo que nunca ganó nada, quizás porque la censura oficial no podía permitir que simbolos de la oposición al régimen sean tocados por la fortuna.
Mis recuerdos de Ña Adesia son muchos, en verdad. Para nosotros, en términos económicos era mucho
más importante que el ministro de Hacienda o la propia Margaret Tacher, como
remedio a nuestra falta de liquidez en los áridos últimos días del mes, cuando
ella no tenía algún producto que necesitábamos, sea cual fuere, jabón, queso
rallado y cosas así, solía darme el dinero para que lo compre de otras
despensas, luego ella lo cargaba a nuestra cuenta.
El paso del tiempo quizás haya filtrado algunas de las anécdotas de este personaje del
barrio, de tanta importancia en nuestras vidas, no merece caer en el olvido.
jueves, 17 de julio de 2014
Autoridades Municipales de Ypacaraí
La ciudad de Ypacaraí, como todos los municipios
del Paraguay, siguiendo la tradición española del ayuntamiento, fue
administrada en sus primeros años por un colegiado integrado por vecinos del
lugar, bajo la denominación de Junta Administrativa.
La ciudad de Ypacaraí fue creada por
Ley del 13 de septiembre de 1887, pero recién a partir del Decreto, dictado por
el presidente Juan Gualberto González en fecha 2 de abril de 1891, se fijaron
los límites del distrito, siguiendo la demarcación practicada por el agrimensor
Santiago Madrigal. En dicho Decreto de 1891 se encomendó al Ministerio del
Interior la gestión ante propietarios de terrenos de nuevo municipio la
expropiación de aquellas heredades donde habrían de asentarse los edificios
públicos y realizarse la apertura de calles. La ciudad comenzaba a tomar forma.
Para hacer un breve resumen sobre los
cambios en legislación municipal, sin profundizar el tema, es pertinente tomar como punto de partida el
periodo que se inicia en la posguerra del 70. Recordamos no obstante, que el
primer Cabildo del Río de la Plata se estableció en la ciudad de Asunción el 16
de septiembre de 1541, bajo el gobierno de Domingo Martínez de Irala. Esta
institución fue suprimida durante el régimen del doctor Francia, tras varios
siglos de vigencia (1).
Concluida la genocida guerra contra la
Triple Alianza, el Paraguay quedó literalmente en ruinas, sin recursos y con su
población casi aniquilada. Esas penosas circunstancias llevaron inclusive al
cierre de la Municipalidad de Asunción, en el año 1869 (2), cuyo funcionamiento
se restableció años después.
PRIMERA CARTA ORGÁNICA MUNICIPAL
Bajo el gobierno del Gral. Bernardino
Caballero, en los albores de la reconstrucción de la República, se dictó la Ley del 7 de junio de 1882, que constituye la primera
carta orgánica municipal. Esta ley dispuso la creación de consejos
municipales para administrar la comuna capitalina y los demás pueblos del
interior del país.
La capital estaba dividida en tres distritos: a) Catedral y Recoleta; b) Encarnación y Lambaré; y c) San Roque y Trinidad. A cada uno de estos distritos capitalinos le correspondía dos miembros titulares y dos suplentes, quienes a su vez integraban la Junta Municipal de Asunción. Por su parte, las juntas de las ciudades del interior estaban integradas por cuatro miembros titulares y dos suplentes. Estos municipales, como los designa la ley, eran electos de entre los vecinos de cada comuna, pudiendo participar de los comicios tanto nacionales como extranjeros.
La capital estaba dividida en tres distritos: a) Catedral y Recoleta; b) Encarnación y Lambaré; y c) San Roque y Trinidad. A cada uno de estos distritos capitalinos le correspondía dos miembros titulares y dos suplentes, quienes a su vez integraban la Junta Municipal de Asunción. Por su parte, las juntas de las ciudades del interior estaban integradas por cuatro miembros titulares y dos suplentes. Estos municipales, como los designa la ley, eran electos de entre los vecinos de cada comuna, pudiendo participar de los comicios tanto nacionales como extranjeros.
CREACIÓN DEL EJECUTIVO MUNICIPAL: EL INTENDENTE
Varias décadas después, fue sancionada
la Ley N° 915 del 1 de septiembre de 1927, “Orgánica Municipal”, que dividió a
las municipalidades en categorías, teniendo en consideración para ello los
ingresos corrientes y separando las tareas propiamente ejecutivas de aquellas deliberativas.
A partir de esta ley, la municipalidad de Asunción (de Primera Categoría), sería administrada por un departamento ejecutivo a cargo de un Intendente y por una Junta Municipal de doce miembros titulares y nueve suplentes. Las ciudades con renta igual o superior a trescientos mil pesos (Segunda Categoría) estarían regidas también pou un Intendente y una Junta de nueve miembros titulares y seis suplentes. Mientras que las comunidades con ingreso inferior a los trescientos mil pesos (Tercera Categoría) tendrían una Junta de seis miembros titulares y tres suplentes y las taréas ejecutivas quedarían a cargo del presidente del colegiado. Por último, en la citada carta orgánica, se estableció expresamente que las ciudades de Encarnación, Villarrica, Pilar, Villeta, Concepción, Paraguarí y San Lorenzo, tendrían asimismo un Intendente. Los miembros de las juntas municipales eran integrados a través de elección directa y no percibían remuneración por sus funciones. Los Intendentes eran nombrados por el Poder Ejecutivo.
A partir de esta ley, la municipalidad de Asunción (de Primera Categoría), sería administrada por un departamento ejecutivo a cargo de un Intendente y por una Junta Municipal de doce miembros titulares y nueve suplentes. Las ciudades con renta igual o superior a trescientos mil pesos (Segunda Categoría) estarían regidas también pou un Intendente y una Junta de nueve miembros titulares y seis suplentes. Mientras que las comunidades con ingreso inferior a los trescientos mil pesos (Tercera Categoría) tendrían una Junta de seis miembros titulares y tres suplentes y las taréas ejecutivas quedarían a cargo del presidente del colegiado. Por último, en la citada carta orgánica, se estableció expresamente que las ciudades de Encarnación, Villarrica, Pilar, Villeta, Concepción, Paraguarí y San Lorenzo, tendrían asimismo un Intendente. Los miembros de las juntas municipales eran integrados a través de elección directa y no percibían remuneración por sus funciones. Los Intendentes eran nombrados por el Poder Ejecutivo.
El primer Intendente de la ciudad de Ypacaraí fue el señor José Ramón Negrete, nombrado por Decreto del Poder Ejecutivo N° 2486, dictado el 27 de julio de 1940, por el entonces Gral. José Félix Estigarribia.
Edificio donde funcionaba anteriormente la Municipalidad de Ypacaraí, ubicado sobre la calle Yegros entre Cerro León y José Gaspar Rodríguez de Francia. La fotografía, gentileza de Osvaldo Battilana, habría sido tomada en los años '40.
CARTAS ORGÁNICAS POSTERIORES
La evolución de la legislación en materia municipal, considerando el crecimiento de las ciudades así como el aumento de necesidades y complejidad, siguió su curso. Tanto es así que en ese proceso de evolución legislativa fueron sancionadas las siguientes cartas orgánicas:
a) Ley N° 222 del 30 de julio de 1954 “Orgánica Municipal”;
b) Ley N° 1924 del 18 de diciembre de 1987 “Orgánica Municipal”; y
c) Ley N° 3966 del 8 de febrero de 2010 “Orgánica Municipal”.
Un hito de relevancia lo constituye la sanción de la Constitución Nacional del año 1992, donde se definió serían designados por elección popular y no ya nombrados por decreto del Ejecutivo.
NOMINA INCOMPLETA DE AUTORIDADES
A partir de los documentos obrantes en el archivo del Ministerio
del Interior se pudo elaborar, aunque de forma incompleta y hasta provisoria,
la siguiente nómina de autoridades municipales de la ciudad de Ypacaraí.
01/07/1900, Junta Económica Administrativa, Félix Fiandro.
04/10/1900, Junta Económica Administrativa, Justo Recalde.
14/11/1901 a 1905, Junta Económica Administrativa, Dionisio Pérez.
16/10/1905, Junta Económica Administrativa, Vocal: Gregorio Chávez.
30/03/1910, Ramón Negrete.
1923
a 1937, Augusto...?
JUNTAS ADMINISTRATIVAS MUNICIPALES
01/02/1900, Junta Económica Administrativa, Jacinto Chilaver.
01/07/1900, Junta Económica Administrativa, Félix Fiandro.
04/10/1900, Junta Económica Administrativa, Justo Recalde.
14/11/1901 a 1905, Junta Económica Administrativa, Dionisio Pérez.
16/10/1905, Junta Económica Administrativa, Vocal: Gregorio Chávez.
18/01/1908, Junta Económica Administrativa, Gregorio Chávez.
01/09/1908, Junta Económica Administrativa, Vicepresidente: Francisco Mena, Vocal: Gautino Soloaga.
29/09/1908, Junta Económica Administrativa, Gregorio Chávez.
JUNTAS MUNICIPALES Y SUS PRESIDENTES Y MEMBROS
2/07/1909, J. Luís Mena.
30/03/1910, Ramón Negrete.
30/11/1914, Llubo
V. Kovacevich.
08/01/1918, Gregorio
Chávez.
30/03/1910 a 10/05/1922, Gregorio Chávez.
27/06/1922, Enrique
E. Bareiro.
1937, Laurentino
López.
25/09/1939 a 1941, Gabriel
Galarza.
26/07/1940, José Tomás Negrete.
15/04/41 a 1946, Silvio
Becker - Félix Richer.
30/12/46, Juan
B. Giménez.
03/03/47, Ernesto
Snead.
28/04/47
a 26/07/48 - No sesiona la Junta por la Revolución del '47.
05/07/49, Federico
Richer.
23/11/50, Ramón Becker.
19/05/52, Ramón
Becker Jiménez.
25/05/53, Presbítero Manuel Sanabria.
10/08/54, Rogelio Escobar G.
02/04/55, Rubén
Duarte.
1976, Plinio Duarte.
1977, Plinio Duarte.
1978/79/80, Pedro
Oscar Sosa.
23/10/80, Luís
Antonio Becker.
1983, Juan
Carlos Galaverna.
1985
al 20/02/89, intervenido por el gobierno de Stroessner.
1990, Delia
Teresa Amarilla.
30/05/1991
a 1996, Anildo Morales.
1996
a 2001, Juan
B. Coghlan...
2001 a 2006, Jorge Enrique Becker...
2006 a 2010, Juan Carlos Galaverna (h)...
2010 a 2015, Juan Carlos Galaverna (h), Sergio Benegas, Rosana Edwards, Juan Carlos Acosta, Ramón Franco Orué, Nilsa Negri, Daniela Leguizamón, Luís Meza, Oscar Usher, Miguel Villagra, César Negrete y Marcos Aquino.
INTENDENTES
Nombrados por Decreto:
1940, José Tomás Negrete, Decreto N° 2486.
1955, Jorge Richer.
1961, Eulogio Ayala Gaona
(Int.) Decreto 14.982.
1961, Eladio Gaona.
1968, Samuel Elías.
1973, Juan Carlos Galaverna
1983, Pedro Oscar Sosa
1986, Interventores: Manuel
Sanabria y Nery Ucedo
1989, Sergio Rojas Coronel
Electos en Comicios Generales:
26/06/91
a 30/08/94, Luís Egon Schwarz.
1995/1996, Julio Raúl Negrete (Interino).
1995/1996, Julio Raúl Negrete (Interino).
01/06/96
a 17/12/96, Juan B. Coghlan (Interino).
1996/2001, Delia Teresa Amarilla.
18/12/2001
a 18/08/2006, Adalberto Morínigo.
2006, Odila Duarte de Oviedo (Interina).
19/12/2006
– Nov. 2010, Adalberto Morínigo.
Nov. 2010 a la fecha, Raúl Fernando Negrete Caballero.
REFERENCIAS
1)
Manuel Peña Villamil; Derecho
Administrativo, Tomo III; Edición de la Universidad Católica de la Ciudad de
Asunción; Año 1997; pp. 595-603.
2)
Registro Oficial;
Suscribirse a:
Entradas (Atom)